sábado, 12 de noviembre de 2011

49-11

Había pasado más de una hora desde que Oliver se había acostado, pero no era capaz de dormirse. Aquella noche estaba nervioso. Era la primera jornada de sus tan ansiadas y esperadas vacaciones de verano. El día que le esperaba en tan solo unas horas se le dibujaba en la mente una y otra vez impidiéndole conciliar el sueño. Tenía infinidad de planes para todas esas largas mañanas y tardes de su prometedor verano, y no iba a malgastar ni un segundo de su tiempo.
El día siguiente lo tenía perfectamente planificado. Se levantaría temprano y se dispondría a ir en bicicleta dando una vuelta hasta las piscinas del pueblo vecino que se encontraba a 3km. Allí había quedado con sus amigos para comer. Sería una comida al aire libre disfrutando de la tortilla de patatas de su madre y la ensaladilla rusa que llevarían sus colegas. Por la tarde no regresaría más allá de las cinco, ya que contaba con una hora para ducharse y cambiarse antes de bajar a la ciudad y disfrutar de una buena película de terror. Para terminar el día, y hacerlo si cabe más completo, cenarían en algún restaurante “fast food” antes de volver al pueblo.
Para un quinceañero como él, el día no podía presentarse mejor, y nada ni nadie se lo podría estropear.

Mientras repasaba mentalmente sus planes para la jornada que tenía por delante, un ruido extraño le sobresaltó. Procedía del salón, en la planta baja de la casa. Sabiendo que su madre tras tomarse sus pastillas contra el insomnio lo más probable es que durmiera desde hacía rato, y que su padre ese día tenía turno de noche, el ruido le produjo una repentina inquietud.
Dejó la mente en blanco apartando momentáneamente sus pensamientos para concentrase en escuchar mejor todo a su alrededor. Durante cinco minutos en los que apenas respiraba para no hacer ruido, nada parecía romper aquel silencio que se le hacía agobiante al intentar escuchar algo sin éxito. Cuando ya casi se había convencido a sí mismo de que aquel sonido extraño había sido producido por la dilatación de los muebles o de la propia casa, y dispuesto a no darle mayor importancia, volvió a escuchar algo; esta vez más nítidamente. Era como si alguien estuviera en el salón haciendo crujir el parket al arrastrar los pies a cada paso.
La idea de pensar que en su casa había entrado alguien hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo. Una aterradora idea cruzó su mente; <<¡Son ladrones!>>. En ese caso...¿qué haría?¿Debería despertar a su madre?. Meditando sobre sus opciones se levantó lentamente de la cama intentando hacer el menor ruido posible. Deslizaba los pies sin apenas levantarlos del suelo, y respiraba lentamente por la boca debido al reciente nerviosismo que invadía su cuerpo. Sudaba; más que por el calor de la noche, por la angustia creciente que en los últimos minutos se había apoderado de él.
Decidió no despertar a su madre. Aunque era consciente de que todavía era un crío, hizo acopio de valor y tomó la decisión de bajar él mismo a comprobar lo que sucedía. No quería preocuparla y angustiarla para acabar comprobando que no había sido más que el aire golpeando una ventana. No lo gustaba la idea de quedar como un niño asustado.
Se dispuso a bajar las escaleras. Mientras descendía uno a uno los escalones que le llevaban a la planta baja, lugar del cual procedían los ruidos, el pulso se le iba acelerando. Empezó a sentir que un miedo irracional se apoderaba de él, y solo alcanzaba a repetirse a sí mismo que no pasaba nada, aunque no era capaz de convencerse.
Estaba ya en la planta inferior, desde donde ya podía distinguir la puerta del salón que se encontraba abierta. Lo poco que se conseguía ver era la silueta de la puerta y el largo del pasillo, que se dibujaban vagamente con la luz de una impresionante luna llena que asomaba tras la ventana que daba al patio trasero. Una oscuridad inquietante salía de aquella estancia. Llegado a aquel punto tenía que tomar una decisión; no sabía si seguir avanzando y descubrir el origen de aquel ruido que ocasionaba su temor, o subir corriendo las escaleras y esconderse debajo de la cama y esperar a que la fuente de su miedo abandonara su casa y su cabeza.
Optó por asomarse al salón. En seguida se arrepentiría.
Manteniendo la respiración, y con un sudor frío recorriéndole la nuca y bajándole por la espalda, se asomó ligeramente. En un primer momento no distinguió nada más que las sombras de los muebles y demás accesorios que debían de estar allí. Estando ya un poco más tranquilo y cogiendo aire lentamente, dio un paso más y entró hasta situarse un palmo por delante de la puerta. Permaneció inmóvil durante un segundo, buscando algo que justificase los sonidos que había escuchado desde su cuarto. Fue entonces cuando algo que no debía de estar allí apareció ante sus ojos.
El cuerpo se le congeló. Su sangre pareció dejar de correr por sus venas y el aire empezó a llegarle con dificultad a los pulmones. Por un segundo pensó desmayarse, pero no lo hizo.
Con la mirada clavada al frente y sin poder siquiera pestañear, pensó que no era posible lo que veían sus ojos.¡Tenía que estar soñando!. Si no fuera porque los músculos de su brazo no respondían a los impulsos mandados por el cerebro se hubiera pellizcado; lo que no le hubiera servido para nada más que para confirmar que estaba despierto.
Ante él se encontraba un extraño ser. No se trataba de ladrones; ni siquiera de personas. Tampoco era un animal. Era un ser totalmente desconocido por él. Aunque poseía dos brazos, dos piernas y la altura media de un ser humano, no lo era. Su piel era como una coraza de acero brillante, y en su rostro solo se alcanzaban a distinguir dos grandes manchas negras que ocupaban el lugar donde deberían estar los ojos. No poseía boca ni nariz. Su cabeza era ovalada, sin pelo ni orejas. Los brazos acababan en lo que simulaban ser dos largos dedos, y sus delgadas piernas eran sostenidas por dos grandes pies sin articulaciones.
Clavado e inmovilizado por el terror que aquella imagen que estaba frente a él le producía, era incapaz siquiera de hablar. Solo miraba a ese extraño cuerpo que se encontraba en su salón y no acababa de creer lo que veía. Era un alienígena, y estaba en su casa. Seguramente lo que más miedo le producía era el desconocimiento de las razones que habían empujado a un habitante de otro planeta a presentarse allí, en su casa. En su salón.
- ¿Por qué motivo se encontraba allí? ¿Qué quería aquel individuo de él? ¿Qué tenía pensado hacerle?- Estas y otras preguntas rondaban y se agolpaban en su mente buscando desesperadamente una respuesta, aunque al mismo tiempo no estaba seguro de querer saberla. En aquel momento lo único que deseaba en realidad era despertarse en su cama y descubrir que todo aquello no había sido más que una siniestra pesadilla.
No sabía cuanto tiempo había pasado desde que entró en aquel cuarto. El tiempo parecía haberse detenido. Respiraba muy lentamente, y sudaba por cada poro de su piel. La figura que se encontraba frente a él tampoco se había movido. Había permanecido inerte desde el momento en que se había plantado frente a él. No sabía como actuar ni cuanto tiempo sería capaz de aguantar allí de pie sin moverse. Sin embargo no quería hacer nada que pudiera inquietar a su inesperado visitante. No sabía que intenciones traía, aunque le tranquilizó pensar que si quisiera hacerle daño ya lo habría hecho; o eso prefería creer.
De repente el intruso dio un paso al frente, y aunque instintivamente Oliver intentó mantener las distancias dando un paso hacia atrás, no fue capaz. Fue en ese preciso instante cuando se dio cuenta de que su parálisis no era solo producto de su miedo, si no que aquel ser, de algún modo, era capaz de controlar su cuerpo.
Al contrario de lo que cabía esperar ante aquella situación de impotencia, empezó a sentirse más tranquilo sin saber muy bien porque. El pulso empezó a relajársele y el aire volvió a fluir con normalidad por sus pulmones. Incluso fue consciente de que una leve sonrisa se dibujaba en la comisura de sus labios. Supo rápidamente que el cambio en su estado de ánimo tampoco había sido voluntad suya.
En poco más de un segundo el intruso estaba delante de él, a menos de un palmo de distancia, y volvió a permanecer estático durante un buen rato frente a él, hasta que Oliver escuchó algo en su cabeza; aunque en un principio pensó que eran sus propios pensamientos enseguida se dio cuenta de que no era así. Era el alienígena que estaba intentando comunicarse con él telepáticamente. Comprobó entonces que no era capaz de articular palabra. Sus labios, al igual que el resto de su cuerpo no respondían a sus ordenes; era como si su cuerpo estuviera controlado por control remoto desde otro cerebro. Fue entonces cuando decidió relajar su mente para poder entender lo que aquel extraño visitante le estaba diciendo.

- No me tengas miedo. Estoy aquí para hablar contigo. No voy hacerte daño. Estoy controlando tu cuerpo con mi mente para evitar que te hagas daño o intentes hacérmelo a mí llevado por el miedo. Los seres humanos sois muy inestables emocionalmente. Además es mejor que no nos escuche nadie más, por lo que es mejor que yo controle esta situación. Tu no necesitas hablar, solo piensa las respuestas y yo leeré tu mente. ¿Me has entendido?
Aquellas palabras llegaban directas a su cabeza, como si se tratara de sus propias reflexiones. La voz sonaba firme pero amable y sus palabras sonaban sinceras, lo que logró que se tranquilizara ante aquella insólita e inesperada situación.
- ¿Qué quieres de mí?- fue lo primero que pasó por la mente de Oliver, y por tanto su primera intervención en aquella particular conversación-.
- Aunque te pueda sonar raro, lo que vengo a decirte es que tú, entre algunos habitantes más de este planeta, has sido elegido para llevar a cabo la misión de poder salvar la Tierra.
- ¿Salvar la Tierra?¿Yo? Venga ya... ¡si solo tengo quince años!- estaba perplejo ante lo que aquella criatura le acababa de decir. Sus padres a penas confiaban en él para quedarse solo en casa, y un extraterrestre pretendía que salvara el planeta; le parecía ridículo – Por cierto... ¿tienes nombre?
- Mi nombre no importa. Tampoco serías capaz de pronunciarlo. Lo importante es que escuches todo lo que tengo que decirte y que sigas mis instrucciones paso a paso ¿me entiendes?
- ¿Seguro qué es conmigo con quien quieres hablar? A lo mejor te has equivocado de casa. Después de un viaje tan largo como el que debes de haber hecho podrías haberte desorientado y haberte confundido de barrio – Oliver no era capaz de tomarse en serio la idea de que un ser de otro planeta le visitara en su casa para que él salvara al mundo; empezó a pensar que quizás si que estaba soñando-.
- ¡No estás soñando! Seguro que eres tú; has sido elegido entre muchos candidatos. No te preocupes por no estar preparado. Tienes tiempo de cualificarte.
- ¿Tiempo?¿Cuánto tiempo?- preguntó nervioso pensando que quizás aquel ser había venido a llevárselo y prepararle para algún tipo de lucha interespacial. No quería irse de casa y dejar allí a sus padres y a sus amigos-.
- Tranquilo, no voy a llevarte a ningún sitio. Tu preparación será aquí en la Tierra, y correrá de tu mano. Yo te voy a proporcionar la información necesaria para tu misión y te daré una gran responsabilidad; pero serás tú el que decidirás que hacer con ella.
- ¿Y de qué tengo que salvar al planeta?- preguntó ante la duda que de repente le asaltó la mente. Qué motivo podía haber para que un habitante de otro mundo viniera a decirle tal cosa-.
- ¡Escúchame bien! Lo que voy a decirte a lo mejor te parece mentira, pero es la realidad. Si optas por no hacer caso a mi historia la única perjudicada será esta tierra sobre la que vives y sus habitantes. Por otra parte, si decides creerme y tomar cartas en el asunto tendrás en tus manos una responsabilidad mayor a la que cualquiera haya tenido nunca. Eres tú quien decide.
- Vale. Cuéntame que pasa y qué puedo hacer- ante aquellas palabras supo que debía escuchar a aquel sujeto y tomar en serio sus palabras, aunque dudaba seriamente en sus posibilidades de hacer algo al respecto-.
Se hizo una pausa en la conversación, durante la cual ningún pensamiento surgió de ninguno de los dos interlocutores. Tras ese breve paréntesis de tiempo la voz de aquel inquietante visitante volvió a aparecer en la cabeza de Oliver para proceder a contarle el motivo de su inesperada visita.

- Durante los últimos años los habitantes de este planeta han ido perdiendo el respeto por todo lo que les rodea: los mares, los bosques, los animales...incluso por el resto de seres humanos. Todo aquello que estaba aquí antes de que el ser humano hiciera su aparición corre ahora un grave riesgo de desaparecer para siempre. A pesar de ser los últimos en llegar habéis sido los primeros en llevar a este planeta a un punto en el que la continuidad de la vida queda en entredicho. Si los hombres siguen que su actitud destructiva, contaminante y violenta, a este planeta le quedan 50 años de vida. Puede parecer exagerada mi afirmación, pero es la realidad. Tanto la contaminación de mares y bosques, como la utilización de diversas armas cada vez más modernas y más destructivas están mermando a pasos agigantados la salud de este planeta. Llevamos tiempo observando la pasividad de los habitantes terrestres y hemos tenido que tomar parte en este desastre ecológico. Más planetas en su día perdieron todo tipo de vida por causa de sus habitantes, y nosotros no hicimos nada confiando en que al final su propia conciencia haría que se salvaran solos; pero esta vez no vamos a correr ese riesgo. Tras haber analizado a conciencia el estado del planeta y el comportamiento humano hemos calculado que si en 50 años no se cambia notablemente el proceder terrícola el planeta estará en un punto de no retorno, es decir, que no podrá seguir habiendo vida en él; ni animal ni vegetal. Por lo que antes de que eso ocurra nosotros intervendremos. Empezando a contar desde el día de hoy y transcurridos 49 años y 11 meses, si no se han alcanzado los cambios suficientes para garantizar la continuidad del planeta volveremos a visitaros. Pero para entonces vendremos a buscar a unos pocos terrícolas seleccionados que consideremos merezcan una segunda oportunidad, y acabaremos con todos los demás. Una vez que la Tierra vuelva a estar en condiciones habitables y totalmente recuperada ecológicamente os traeremos de vuelta a los supervivientes para que volváis a poblar vuestro hogar.
- ¿Cómo dices? ¿Qué vas a matar a todo el mundo?- aquellas últimas palabras se le habían grabado a fuego en la mente. ¿Cómo era posible que estuviera ante él alguien que estaba afirmando que iba a matar a toda la población mundial?-.
- Tranquilo. No te alteres. Os estamos dando un oportunidad al venir a avisaros.
- ¿Una oportunidad? ¿Al avisarme a mí? ¡Deberíais avisar al presidente de los EE.UU, o de China, o yo que sé... pero no a un niño de 15 años!- notaba como sus pensamientos estaban agolpándose en su cabeza; no entendía nada. Ahora comprendía porque aquel individuo había tomado las riendas de su cuerpo; si no fuera así, ahora mismo estaría gritando y seguramente golpeando algo.
- Tranquilízate y piensa por un segundo...¿Qué crees que pasaría si uno de nuestra especie se presenta en la Casa Blanca y le dice esto mismo al presidente? Lo más seguro es que primero intentaran capturar a alguno de los nuestros, y segundo; tomarían nuestra advertencia como una amenaza o una declaración de guerra, y en vez de mejorar la calidad del planeta se armarían más aún para intentar hacernos frente cuando volvamos. Lo que sería inútil.
- ¿Inútil por qué? ¿Sois tan superiores a nosotros?
- Eso ahora no importa. Solo importa que tu me creas y que estés dispuesto a luchar por tu hogar.
- Claro que lucharé por mi hogar, ¡contra ti si hace falta!- pensó furioso.
- Eso no va a ser necesario. Yo estoy aquí para ayudaros.
- ¿Ayudarnos? ¡Menuda ayuda! Estás pensando en exterminarnos como a una plaga y pretenderás que te dé las gracias.
- No puedo pretender que me agradezcas lo que hacemos, porque soy consciente que la vuestra es una especie egoísta. Se ha ido formando así desde hace muchos siglos. Solo pensáis en vuestro beneficio personal sin importaros el conjunto del planeta. Sin embargo unos pocos todavía conserváis las ganas de luchar por mejorar las cosas, y eso es lo que nos ha traído aquí, a daros una oportunidad. A poneros sobre aviso de lo que os espera para que podáis ponerle remedio mientras todavía está en vuestras manos hacerlo.
- ¿Y a vosotros que más os da lo que le suceda a nuestro planeta? ¿Acaso no tenéis un hogar propio por el que velar?
- Por supuesto que tenemos un hogar, pero a diferencia de vosotros, la nuestra es una especie solidaria. Nos preocupamos por el conjunto del universo y tomamos medidas cuando es necesario preservar la integridad de alguna forma de vida; sea cual sea.
- ¿Y qué pretendes que haga yo? No sé si eres consciente de que en este planeta los chicos de 15 años, y sobre todo los de pueblo, no tenemos mucho peso en las decisiones a nivel mundial.
- Soy consciente. Y por eso mismo te hemos elegido. Necesitamos gente que no destaque, que pase desapercibida. Personas que tengan que luchar por hacerse un hueco y ser escuchados en sociedad. Gente que se pueda convertir en líder de masas. Un niño rico nunca conseguiría que el pueblo le siguiese. Vosotros camináis tras los que son como vosotros. Por eso tu vas a abrirte paso entre la gente y llegarás a ser alguien importante. Alguien que tenga peso en las decisiones transcendentales de este mundo, y harás todo lo posible por cambiar las cosas.
- ¿Y cómo lo haré?- empezaba a comprender lo que aquella criatura pretendía. Y tenía sentido, aunque no se sentía capacitado-.
- Estás perfectamente capacitado, no lo dudes. Te hemos estado observando y eres lo suficientemente capaz de lograr lo que te propongas. Por ese motivo de hoy en adelante te dedicarás en cuerpo y alma a formarte. Sabemos que tienes un alto coeficiente intelectual y que tu fuerte son las matemáticas, lo que te será muy útil para que entres en una buena universidad y llegues a ocupar un puesto importante. Esa será tu prioridad número uno. Una vez tengas el estatus suficiente para hacerte oír, harás todo lo posible por concienciar a las masas del estado del planeta. Otros como tú te apoyarán. De eso también nos estamos encargando. Si fallas en tu propósito volveremos, y haremos nuestro trabajo.
- ¿Es realmente necesario que sea yo? No sé si seré capaz... – estaba empezando a ser plenamente consciente de la responsabilidad que le estaban cargando al hombro. Una responsabilidad que asustaría a cualquier hombre; cuanto más a un joven de tan solo quince años-.
- Es totalmente indispensable que seas tú. Pero no tengas miedo. Hazlo lo mejor posible y no te sientas culpable si no logras el fin que te encomendamos. Tu no eres culpable de la degeneración en la que está sumida este mundo. Pero te damos la oportunidad de ser uno de sus redentores.
- ¿A cuánta gente habéis venido a visitar? – su mente empezó a barajar sus opciones y quería saber con cuanta ayuda podía contar-.
Todavía no sabía como había llegado a encontrarse en aquel punto; esa misma tarde estaba planeando un verano de diversión y entretenimiento con sus amigos, libre de preocupaciones y responsabilidades, y ahora se encontraba en su salón, frente afrente con un habitante de otro planeta, y se le había otorgado la misión de salvar al mundo. Si alguien le hubiera contado una historia semejante no se la hubiese creído.
- Sois cientos, esparcidos por todo el planeta. A lo largo de los años que vayan transcurriendo irás conociendo a muchos de ellos.
- ¿Y cómo podré distinguirlos? No creo que ninguno de nosotros vaya propagando nuestra situación públicamente, sobre todo si no queremos que nos tomen por locos.
- Ese es otro motivo por el hemos elegido a chicos como tú. No queremos dejar constancia de nuestra visita, por lo que tenemos que asegurarnos de que en caso de que alguno de vosotros no nos crea y opte por contar nuestra historia no sea tomado en serio.
- No creo que tomaran en serio ni al mismísimo “Papa”.
- Pero podría crear una duda razonable, y eso no nos interesa.
- ¿Pero entonces cómo sabré quién más sabe todo esto? En mi situación creo que sería justo que me dierais una lista de nombres para saber con quien puedo contar.
- No te vamos a dar ninguna lista. Tú mismo tendrás que abrirte camino en la sociedad y destacar. Otros como tú también deberían destacar. Y cuando os conozcáis sabréis quienes sois.
- ¿Pero cómo?- no acababa de entender como pretendía aquella criatura que reconociera a otra persona con la misma intención que él sin saber de antemano de quien se trataba.
Se sentía impotente y confuso. Le hubiera gustado poderse quitar aquella responsabilidad de encima, pero después de saber todo lo que sabía ya no podría. Ser consciente de que a su planeta le quedaban menos de 50 años de vida si no hacía nada por impedirlo, era algo que no podría olvidar fácilmente. De una manera u otra estaba obligado a aceptar la misión que le estaban encargando.
- Vais a llevar una marca. Una seña única. De esa forma cuando llegue el día en que os encontréis unos con otros podréis estar seguros de que todos perseguís el mismo fin. Esa marca no se podrá borrar, por lo que cualquier intento de hacerlo será en vano.
- ¿De qué tipo de señal estamos hablando?- le preocupaba la forma y los medios que podría utilizar aquella criatura para marcarle. No podía ocultar que el dolor le causaba pavor-.
- No te va a doler. Será como un pequeño .... tatuaje creo que lo llamáis vosotros. Solo que no será tinta lo que utilice, sino un producto que no existe aquí en la Tierra y que es más resistente y eficaz. Una marca que te indicará que estás cerca de alguien como tú, ya que sentirás como un pequeño quemazón. Esa será la señal de que otra marca como la tuya está cerca.
- Si mi madre me ve un tatuaje se va enfadar mucho- pensó angustiado por la discusión que aquella marca podía ocasionarle en su entorno familiar-.
- Es uno de los precios que deberás pagar por ser uno de los elegidos. Tienes que entender que de ahora en adelante tendrás que hacer muchos sacrificios y alguno de ellos no le van a gustar demasiado a tu familia o a tus amigos, y no podrás explicarles el motivo. Será necesario que cargues con ese peso en pro de vuestra supervivencia. Sé que es duro. Pero piensa que cada vez que le digas a un amigo que no puedes quedar con él porque tienes que estudiar, le estarás garantizando una tierra sobre la que vivir a sus descendientes. Cuando decidas irte a una universidad en el extranjero y tus padres no te apoyen porque consideren que sería mejor que los ayudases en el pueblo, no dudes en contradecirlos, porque acabarán siendo los padres más orgullosos del mundo. Cada decisión que tomes a partir de hoy será trascendental, así que ante todo debes dejar tus intereses a un lado y anteponer las necesidades de la humanidad.
- ¡Me estás pidiendo demasiado! Todo esto me sobrepasa. Sé que debéis pensar que soy la persona adecuada, aunque no acabo de entender el motivo, pero yo creo que hay gente mucho mejor cualificada que yo. No quiero cargar con el peso que significa que el mundo desaparezca por mi culpa.
- No será tu culpa, y no desaparecerá. Nosotros garantizaremos que este lugar tan hermoso sobre el que habitáis siga vivo. Como ya te dije, hay más gente elegida, y será trabajo de todos, no solo el tuyo, por lo que en algunos años te sentirás más respaldado y seguro de ti mismo.
- ¡Espero que tengas razón!
- Ahora voy a marcarte y a continuación me iré. Desapareceremos. Si las cosas van bien no volverás a ver a uno de los nuestros nunca más; en cambio si los acontecimientos se suceden en un sentido opuesto al que pretendemos que alcancéis nos volveremos a ver dentro de 49 años y 11 meses exactos. Y esa vez será para que vengáis con nosotros. No olvides todo lo que te he dicho.
- ¿Ir con vosotros a dónde?- no podía imaginarse en que clase de mundo o realidad paralela podían vivir aquellos extraños seres, pero sin duda alguna, no tenía ganas de averiguarlo a través de un éxodo en su planeta-.
- Os llevaremos a nuestro hogar. Os crearemos un entorno lo más parecido posible al vuestro para que podáis seguir evolucionando como especie hasta que la Tierra pueda ser nuevamente habitada por vosotros. Podrían pasar miles de años. Intentaríamos que os sintierais lo más cómodos posible.
- ¿Cómodos? Tiene gracia. Pensar que cuando tenga 65 años me van a llevar a otro planeta del que no sé nada, tras haber matado a amigos y conocidos es algo que no me hace sentir demasiado cómodo.
- Comprendo tu frustración. Pero eso todavía puedes evitarlo. ¡Tu decides!

Sin decir nada más, el ente que aquella noche se había colado en su casa, levantó lentamente su brazo. Se inclinó levemente hacia Oliver, y sin dejar ni por un segundo de controlar su cuerpo y su mente, abrió sus largos dedos dejando al descubierto una especie de figura de metal de forma cilíndrica con un dibujo que bien podía asemejarse a dos espirales retorcidas entre sí. A Oliver le pareció una figura hermosa. Antes de que se diera cuenta, su inesperado visitante nocturno había colocado aquel artilugio en su omóplato derecho. No sintió más que un breve y fugaz escozor en la piel. Luego.... ¡Nada!

Aquella mañana se despertó con la llamada de su madre. Abrió los ojos y giró la cabeza para alcanzar a ver la hora que marcaba su despertador. Eran las nueve de la mañana. Aquella noche había tenido un sueño realmente inquietante y sorprendentemente real. Aún recordaba las palabras del personaje de su pesadilla y sus propios sentimientos de temor y angustia.
<<¡Menos mal que solo era un sueño!¡Yo salvando el mundo! Pues habría que verme...>>, pensó para sus adentros y no pudo evitar que se le escapara una carcajada.
Entre risas y prisas se duchó y acabó de vestirse. Le había pedido a su madre que le despertara temprano para aprovechar bien el día. Así que ahora tocaba un buen desayuno y un pequeño sermón matutino como era costumbre en su casa.
Nada más bajar a la cocina no pudo evitar mirar hacia la puerta del salón, escenario de sus pesadillas aquella madrugada, y dejó que una sonrisa asomara en su rostro. Se dispuso a saborear el desayuno que su madre le había preparado; un zumo de naranja natural, un Cola-Cao y los panes de leche que a Oliver siempre le habían encantado. Su madre le observaba mientras saboreaba cada bocado sin decir nada. Una vez hubo acabado su madre le mandó recoger la mesa y se dispuso a darle la cantinela de todas las mañanas.
- Ten cuidado con la bicicleta, que hay mucho loco por esa carretera. Y te quiero aquí antes de las 5. Si no nada de cine, que a la sesión de noche no vas a ir.
- ¡Qué sí mama! A las cinco estoy aquí como un clavo.
- Y no tomes demasiado el sol, que después te duele la cabeza.
- Ya lo sé, tranquila que nos pondremos a la sombra- le dijo para que quedara tranquila, aunque sus intenciones eran tomar todo el sol posible para poder lucir moreno aquel verano-.
- Te puse la tortilla en la mochilla. ¿Os llegará? ¿O prefieres llevar algo más? No vayáis a pasar hambre.
- Con la tortilla está bien. Los demás llevan más comida, no te preocupes.
- ¡Bueno! Pues pórtate bien y cuidadito con lo que haces- terminó diciendo su madre mientras le acercaba la mochila con la comida y las toallas.
Oliver sentía que cada vez que salía de casa más allá de la plaza del pueblo, era como irse a la guerra. Su madre se quedaba tan preocupada, que en vez de ir a las piscinas parecía como si fuera a un campo de concentración. Y a Oliver le hacía gracia. Siendo un chico responsable como era él, que en pocas ocasiones les había dado motivos suficientes a sus padres para castigarle o regañarle, le hubiera gustado que alguno de sus amigos, no tan responsables, pasaron una temporada en su casa. Sus padres quedarían escandalizados.
Tras recibir las instrucciones de su madre y de haber cogido todo lo necesario para su día de comida campestre, se subió a su bicicleta y se puso en marcha para llegar cuanto antes a las piscinas. Mientras pedaleaba a ritmo ligero le volvían a la mente, como si de diapositivas se tratara , imágenes de su sueño más reciente. Veía la cara de aquel engendro que parecía de acero, y a él petrificado sin poder moverse en el centro de su salón. También recordaba sus palabras. Estaba claro que aquella pesadilla se le había grabado bien en la cabeza. Lo que era raro, porque casi nunca recordaba lo que soñaba. De cualquier manera decidió no darle demasiada importancia. Solo tenía pensado gastar su tiempo en poder mejorar aquel verano.
Eran casi las diez de la mañana cuando llegó junto a sus amigos. Tras elegir cual era el mejor sitio para situarse e instalar todas sus cosas se sentaron. Cada uno empezó a sacar lo que había traído para comer más tarde. Realmente estaban bien provistos. No faltaba ni la tortilla, ni la ensaladilla rusa, ni tampoco el fiambre o el pan.
Oliver estaba decidido a pasar el día a lo grande. Y lo primero que le apetecía era darse un chapuzón. Se levantó y se quitó los pantalones y la camiseta, y ya en bañador se fue corriendo al agua. Una vez en el bordillo de la piscina se detuvo, esperando a que se acercaran sus amigos. Cuando una de sus amigas se le acercó, lo primero que pensó fue en empujarla a la piscina; y eso es lo que hubiera hecho si no fuera por lo que aquella chica le dijo al estar junto a él.
¡Oliver! ¿Cuándo te has hecho ese tatuaje?
¿Tatuaje? ¿Qué tatuaje?- preguntó nervioso.
En el mismo momento que hizo la pregunta supo la respuesta. No se trataba de un tatuaje. Era una marca. Una señal para recordarle a él antes que a nadie, que aquella noche no había estado soñando. Realmente había pasado la noche en compañía de un ser de otro planeta, de otra galaxia seguramente. Y muy a su pesar supo que no podía hacer como si no hubiera sucedido nada.
- El tatuaje que tienes en el hombro. ¡Es genial!- dijo la chica con entusiasmo en la voz y cara de sorpresa-.
- ¿Verdad qué si?- contestó Oliver intentando disimular, sin demasiado éxito, el nerviosismo de su voz- .
- ¿Tu madre lo sabe?- preguntó otro chico que se había unido a la conversación, sorprendido también por el hecho de que Oliver, siempre tan responsable, poseyera un tatuaje-.
- Todavía no. ¡Y mejor que no se entere!- dijo fingiendo un sonrisa burlona-.

Sus amigos le miraban con extrañeza y a la vez con curiosidad por ver aquel extraño dibujo que su compañero se había hecho.
Estaba realmente confundido. Y a la vez sabía muy bien lo que tenía que hacer. En aquel momento tomó una decisión que cambiaría su vida. La más importante de todas. Dejaría de ser un niño de pueblo más y sería uno de los elegidos.
Oliver nunca sospechó que su destino sería aquel.
Dejó por un momento que su mirada se perdiera en el infinito, y que sus pensamientos vagaran libres por última vez. Inspiró aquel aire y aquel olor a cloro de la piscina como si fueran los últimos resquicios que le quedaran de su libertad. Solo le quedaban 49 años y 11 meses. No podía perder el tiempo. Muy a su pesar se alejó del borde de la piscina y se despidió de sus amigos.
- Me tengo que ir. He recordado que tengo algunas cosas por hacer. ¡Pasadlo bien!- y sin decir una palabra más se alejó de aquel lugar, dejando atrás a sus amigos que le miraban sorprendidos sin comprender que había sucedido.

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